
La evolución histórica de la estructura de empleo, en base a la estructura social, ha sido dominada por la tendencia secular hacia el aumento de la productividad del trabajo humano. Cuando las innovaciones tecnológicas y organizativas han permitido a hombres y mujeres obtener más y mejores productos con menor esfuerzo y recursos, el trabajo y los trabajadores han pasado de la producción directa a la indirecta, del cultivo, la extracción y la fabricación a los servicios de consumo y el trabajo de gestión, y de una estrecha gama de actividades económicas a un universo ocupacional cada vez más diverso. Habitualmente la interpretación de este proceso de transición histórica como un cambio de la agricultura a la industria, y luego a los servicios, ha funcionado como marco explicativo para las transformaciones actuales de nuestras sociedades.